Hace 5 años tuvo lugar una reunión en Nueva York que se proponía cambiar el mundo.
Quería ser una reunión diferente a otras muchas con el mismo propósito y por eso esta reunión suponía el fin de una camino iniciado largo tiempo atrás, y el comienzo de un viaje de 15 años de duración. El camino comenzó en 1992 en la Cumbre de Río, donde se lanzó un plan de acción integral para crear una asociación mundial para el desarrollo sostenible con el fin de mejorar las vidas humanas y proteger el medio ambiente.
Unos años más tarde, en el 2000, se lanzaron los Objetivos del Milenio (ODM): 8 objetivos para reducir la pobreza extrema para el año 2015. Al aproximarse esa fecha y con unos resultados más que discretos se empezó a trabajar en un compromiso más ambicioso con la erradicación de la pobreza y el medio ambiente, al hacer más hincapié en las alianzas multilaterales. Esta vez se quería comprometer no solo a los gobiernos de los países.
Tras una consulta a nivel mundial a todos los niveles se consensuó una Agenda para el año 2030 (Agenda 2030) y se establecieron 17 Objetivos (los ODS) que se aprobaron en septiembre de 2015, hace ahora exactamente 5 años.
Y los resultados siguen siendo discretos.
La principal diferencia entre los ODS y los ODM es la ambición y el nivel de alcance. Para conseguir los ODS será necesario que se involucre toda la sociedad, no solo el gobierno e instituciones públicas, y eso es así porque quien cambia las cosas son las personas y no los papeles.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible son 17 titulares: lo importante son las metas que tiene cada uno de los objetivos. Las metas son más concretas, y en muchos casos cuantificables. O al menos que se pueden intentar cuantificar y por lo tanto medir.
El mayor error sería, o es, convertir la Agenda 2030 en una agenda política, o de un partido político. Es cierto que con los ODS se puede hacer política: al fin y al cabo para conseguir que un indicador pase de un valor a otro, ya sea ascendente o descendente, puede haber varias formas totalmente incompatibles.
Y aquí es donde se hace política con los ODS. Todo el mundo estará de acuerdo con los titulares, pero no con los medios para conseguir la letra pequeña. Por eso hay que alejar los ODS de la agenda política, en el sentido mediático de la palabra. Esto va de mucho más que de unos políticos que quieren ponerse una medalla o un pin (nunca mejor dicho). La realidad es que la sociedad es lo suficientemente madura como para cambiar y transformarse: lo estamos viendo en las iniciativas que surgen y son rápidamente acogidas con entusiasmo.
Y además, y lo que es más importante, hay una conciencia social que hace cambiar a las empresas. Y aunque es verdad que hay políticas que les obligan a ello (pero de eso ya hablaremos otro día), precisamente son las empresas quienes deben tomar ese reto para conseguir ir más allá de la mera legislación y convertirse en motor del cambio. Para ello tienen una buena guía: los 17 aspectos fundamentales donde deben mirarse para saber si además de ser rentables viven en el futuro o quieren quedarse en el pasado.