ISO, Huella de Carbono, GRI… y ahora ODS ¿hay algo más que siglas?

Los ODS son mucho más que unas siglas de certificación para las empresas

En la era de la transparencia y de la apariencia, la importancia de parecer bueno es casi tan relevante como el serlo. Y en los tiempos que corren es más aplicable que nunca: vivimos en la era de la hiperconectividad y la sobreexposición… Por eso, las empresas deben mirar los ODS como algo mucho más relevante que unas etiquetas de colores que añadir a los informes.

La cuestión no solo es que una empresa debe ser una buena empresa, sino que debe poder mostrarlo sin tapujos. Y además, divulgarlo tiene normalmente buenas consecuencias. Pero que una empres se limite a decir que es buena no suele servir de mucho: son demasiados los escándalos asociados a falsa publicidad. Por eso se recurre a la verificación por terceros, a los sellos de calidad y otros sistemas de certificación.

Como el mundo empresarial es muy variado han surgido multitud de opciones y muchas veces confunden más que aclaran: hay que ser un experto para saber el alcance y el significado incluso de las más conocidas. A veces tener el sello correcto es una gran ventaja, y no tenerlo puede indicar que se ha llegado tarde.

¿Son los ODS uno más de este conjunto? Rotundamente NO. Porque los ODS en realidad son un marco conceptual sobre el que clasificar el impacto de nuestra actividad en la Humanidad y en el Planeta. Además de 169 metas que de alcanzarse supondrían una mejora significativa en las vidas de miles de millones de personas así como del resto de seres vivos del planeta. Tanto presentes como futuros.

¿De qué sirven los ODS a las empresas? Como ya se ha dicho: son el marco en el que tiene que analizarse la empresa, en toda su cadena, para ver como debe ayudar para alcanzar las metas. Y también comprender como los cambios de la sociedad necesarios para alcanzar las metas van a afectarle, para poder prepararse y beneficiarse obteniendo así un doble beneficio: alcanzar más rápidamente los ODS y ser parte activa del proceso.

La verificación y certificación de los productos, servicios… será una gran ayuda para mostrar a todos, incluidos los propios empleados de la empresa, que se toman acciones para mejorar; pero lo fundamental es el compromiso de toda la empresa en convertirse en líderes en la carrera por un desarrollo sostenible. Ese es el mejor sello.

Los ODS: una agenda no política

Las empresas están llamadas a cumplir con los ODS

Hace 5 años tuvo lugar una reunión en Nueva York que se proponía cambiar el mundo.

Quería ser una reunión diferente a otras muchas con el mismo propósito y por eso esta reunión suponía el fin de una camino iniciado largo tiempo atrás, y el comienzo de un viaje de 15 años de duración. El camino comenzó en 1992 en la Cumbre de Río, donde se lanzó un plan de acción integral para crear una asociación mundial para el desarrollo sostenible con el fin de mejorar las vidas humanas y proteger el medio ambiente.

Unos años más tarde, en el 2000, se lanzaron los Objetivos del Milenio (ODM): 8 objetivos para reducir la pobreza extrema para el año 2015. Al aproximarse esa fecha y con unos resultados más que discretos se empezó a trabajar en un compromiso más ambicioso con la erradicación de la pobreza y el medio ambiente, al hacer más hincapié en las alianzas multilaterales. Esta vez se quería comprometer no solo a los gobiernos de los países.

Tras una consulta a nivel mundial a todos los niveles se consensuó una Agenda para el año 2030 (Agenda 2030) y se establecieron 17 Objetivos (los ODS) que se aprobaron en septiembre de 2015, hace ahora exactamente 5 años.

Y los resultados siguen siendo discretos.

La principal diferencia entre los ODS y los ODM es la ambición y el nivel de alcance. Para conseguir los ODS será necesario que se involucre toda la sociedad, no solo el gobierno e instituciones públicas, y eso es así porque quien cambia las cosas son las personas y no los papeles.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible son 17 titulares: lo importante son las metas que tiene cada uno de los objetivos. Las metas son más concretas, y en muchos casos cuantificables. O al menos que se pueden intentar cuantificar y por lo tanto medir.

El mayor error sería, o es, convertir la Agenda 2030 en una agenda política, o de un partido político. Es cierto que con los ODS se puede hacer política: al fin y al cabo para conseguir que un indicador pase de un valor a otro, ya sea ascendente o descendente, puede haber varias formas totalmente incompatibles.

Y aquí es donde se hace política con los ODS. Todo el mundo estará de acuerdo con los titulares, pero no con los medios para conseguir la letra pequeña. Por eso hay que alejar los ODS de la agenda política, en el sentido mediático de la palabra. Esto va de mucho más que de unos políticos que quieren ponerse una medalla o un pin (nunca mejor dicho). La realidad es que la sociedad es lo suficientemente madura como para cambiar y transformarse: lo estamos viendo en las iniciativas que surgen y son rápidamente acogidas con entusiasmo.

Y además, y lo que es más importante, hay una conciencia social que hace cambiar a las empresas. Y aunque es verdad que hay políticas que les obligan a ello (pero de eso ya hablaremos otro día), precisamente son las empresas quienes deben tomar ese reto para conseguir ir más allá de la mera legislación y convertirse en motor del cambio. Para ello tienen una buena guía: los 17 aspectos fundamentales donde deben mirarse para saber si además de ser rentables viven en el futuro o quieren quedarse en el pasado.